viernes, 23 de mayo de 2008

Polvo te harás

Estaba anocheciendo, el aire era cada vez más fresco, María y Braulio siempre se habían gustado, nunca se lo habían dicho.
Se alejaron del resto, caminaron lento por aquél campo del kilómetro 105, se besaron sin darse cuenta y una cadena de actos involuntarios comenzó a formarse eslabón por eslabón.
Ella era suave, él de plomo y sacó su espada de hierro, entre la paja y el forraje la piel blanca de María resaltaba aún ante las luciérnagas que envidiosamente los miraban. Comenzó a llover y se mordieron, bajaban y subían al ritmo de las hojas mecidas por el viento.
Y Braulio la tomó por la espalda y ella no supo defenderse, confiada que en la guerra no existen estrategias, sino maneras de supervivencia.
Lejos de lastimarse, quedaron las heridas de rodar sobre el alambrado verde del suelo cuando una tarde se mezclaron carne y tierra untada de besos.

3 comentarios:

Xavi dijo...

La pasión es como una herida, se abre camino a través de tu piel hasta llegar a tu interior, dejando un dulce dolor como recuerdo de aquel instante en el que dos personas pueden llegar a fundirse y no saber dónde empieza uno y acaba el otro

Chino dijo...

Las cicatrices son el mapa del alma







Besos y exitos :)

Unknown dijo...

Parece que encontraste tu estilo. Me gusta ese misterio, esas metáforas románticas que se representan literalmente en mi cabeza, llenas de colores y realismo.
Besotes!