viernes, 16 de mayo de 2008

Infante


Tenía unos 5 años y la suerte que mi tío sea el dueño de la calesita ubicada en la Plaza Las Heras. Cuando iba no sólo me sentía con ventaja frente a los demás por aquél número indefinido de vueltas por dar, sino que me veía grande, grande de verdad, con todo lo que implica esa palabra.
Una vez que estaba aferrada al barral y el plato comenzó a girar, me tentó la idea de desobedecer lo que tantas veces me habían intentado inculcar, - “ no bajarse de la calesita mientras está en movimiento” -.
El verme grande me hizo creer en algún tipo de inmunidad, también me hizo sentir los 2 puntos en el labio después de caerme sobre las lajas que evidentemente no giraban al mismo ritmo que el pony azul de la calesita de mi tío.

Nunca volví a ser lo suficientemente grande para creerme inmune a pequeños deslices.

2 comentarios:

Xavi dijo...

Cuando eres pequeño piensas que eres una especie de super héroe,que nada te puede hacer daño....hasta que la vida te hace ver que eres vulnerable e imperfecto , pero yo creo que ahí radica la belleza del ser humano

Unknown dijo...

Excelente. Muy visual el relato y veo que le estás metiendo muchas ganas!
Besos!