jueves, 29 de mayo de 2008

No me escribas la pared


Betina era cordobesa y como buena cordobesa, amante del fernet. Dedicaba sus noches a un bar de poca luz, mucho ruido y gente distraída por algún factor ajeno a lo real.
Estaba sola desde hace un tiempo, y ese día se propuso revertirlo; miró a su alrededor y desde el viejo escenario hubo alguien que la atrapó. Tenía una guitarra en la mano y su voz tuvo repercusión en las fibras íntimas de lo íntimo que tenía para esconder.
Junto con la última canción, Betina se levantó y en la primera mesa frente a él se sentó, entre miradas cruzadas y acordes desvariados tuvo la necesidad de sentir algo más que su música.
Cuando terminó el show y un par de fans concurrieron al encuentro con su rockstar, Betina ya era suya, se apiadaba del resto y esperaba a su nuevo amor.
Luego de un par de halagos, él se acercó a la barra pidió un marcador y tomó el brazo izquierdo de Betina, apuntó un nombre y un teléfono.

Ella acotó que era indeleble, el contestó, “sólo quiero estar entre tu piel”.

domingo, 25 de mayo de 2008

Rasguños




Sergio y Leonardo eran amigos desde muy chicos, el mismo barrio, las mismas anécdotas y el compartir ídolos e incluso equipo de fútbol eran unos de las tantos motivos para que se gestara entre ellos aquella clase de amistad sin fecha de vencimiento.
María Eugenia llegó en la adolescencia; tenía ojos verdes, la piel muy blanca y el pelo renegrido, era inquieta y muy despierta, poco conciente de su sensualidad que de manera innata, la convertía en la mujer más atractiva del planeta.
Leonardo la conquistó sin saber los gajes del oficio, y Sergio perdió interés entre tanta belleza.
Una fiesta de caras y caretas fue la locación perfecta para reunirlos a los tres, y la excusa de vasos vacíos o primeras borracheras fue la única justificación que salió de la boca de Sergio cuando Leonardo sorprendió a su novia posada sobre los labios de su amigo.
Un par de golpes a la cara, otros vuelven hacia el estómago, una lucha entre dos grandes compañeros de aventura que se enfrentan por orgullo disfrazado de honor.
Eugenia se desespera y en el intento por separarlos, rasguña a uno y a otro.




Efectivamente ninguna mujer se iba a interponer entre ellos.

viernes, 23 de mayo de 2008

Polvo te harás

Estaba anocheciendo, el aire era cada vez más fresco, María y Braulio siempre se habían gustado, nunca se lo habían dicho.
Se alejaron del resto, caminaron lento por aquél campo del kilómetro 105, se besaron sin darse cuenta y una cadena de actos involuntarios comenzó a formarse eslabón por eslabón.
Ella era suave, él de plomo y sacó su espada de hierro, entre la paja y el forraje la piel blanca de María resaltaba aún ante las luciérnagas que envidiosamente los miraban. Comenzó a llover y se mordieron, bajaban y subían al ritmo de las hojas mecidas por el viento.
Y Braulio la tomó por la espalda y ella no supo defenderse, confiada que en la guerra no existen estrategias, sino maneras de supervivencia.
Lejos de lastimarse, quedaron las heridas de rodar sobre el alambrado verde del suelo cuando una tarde se mezclaron carne y tierra untada de besos.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Para colorear


La ciudad se veía linda con tanta gente riendo, sin ningún motivo en particular, sin las ojeras características de noches de insomnio o de preocupaciones a fin de mes.
Los autos frenaban sobre la senda peatonal, sus conductores se espiaban de auto a auto, se encontraban y allí se sonreían; los bebés esbozaban esas carcajadas de las que parecen que se ahogan y no se salvan.
El cielo era de un color celeste “cielo”, podría haber sido de noche, podría haber sido de día, no había otra manera para describirlo, las hojas eran tiernas, de la textura de una piel al sol, y la gente se reía sin ningún motivo en particular.

Jeremías es ciego de manera accidental, después del episodio, sus ojos cicatrizaron, se levantó, salió a la calle y unos días atrás me contó lo que vió.

martes, 20 de mayo de 2008

Había una vez


-Fue de muy chica, al caer de mi bicicleta- se explicaba Sabrina cuando un hombre crédulo preguntaba acerca de sus primeras experiencias.

sábado, 17 de mayo de 2008

Muñeca de trapo



Bárbara era una nena realmente muy hermosa. Un día se acercó hacia mi, con aquél parsimonioso caminar que la caracterizaba, y me dijo muy suavemente al oído - Me pegaron mucho pero las palabras no se marcaron en mi piel -

Supe que sus heridas cicatrizaban por dentro, exteriormente seguía siendo tan linda como siempre.

viernes, 16 de mayo de 2008

Infante


Tenía unos 5 años y la suerte que mi tío sea el dueño de la calesita ubicada en la Plaza Las Heras. Cuando iba no sólo me sentía con ventaja frente a los demás por aquél número indefinido de vueltas por dar, sino que me veía grande, grande de verdad, con todo lo que implica esa palabra.
Una vez que estaba aferrada al barral y el plato comenzó a girar, me tentó la idea de desobedecer lo que tantas veces me habían intentado inculcar, - “ no bajarse de la calesita mientras está en movimiento” -.
El verme grande me hizo creer en algún tipo de inmunidad, también me hizo sentir los 2 puntos en el labio después de caerme sobre las lajas que evidentemente no giraban al mismo ritmo que el pony azul de la calesita de mi tío.

Nunca volví a ser lo suficientemente grande para creerme inmune a pequeños deslices.

viernes, 9 de mayo de 2008

Por los aires


Martín siempre fue un nene bastante inquieto, la falta de espacio dentro del departamento de dos ambientes donde vivía, generaba en él algo similar al cautiverio. Cuando salía al espacio exterior todo era grande, gigante y él muy torpe.
Desde el primer día que se subió a la hamaca amarilla de la Plaza Irlanda sintió la extraña sensación de despegar los pies del suelo. El viento que enmarañaba su corte taza, las piernitas le colgaban, se sumergía en el aire desde otra perspectiva.
Cada vez más alto, cada vez más rápido, cuando quiso bajar no era el mismo, ahora estaba tirado en el arenero con un raspón importante sobre la rodilla izquierda.


Tiempo después Martín ya había aprendido que llegar bien arriba tiene sus costos.

martes, 6 de mayo de 2008

Desde lejos no se ve


Hace poco se me acercó una persona interesada en el proyecto y me dijo que tenía una historia que me podía llegar a servir para contar.
- “Tengo la cicatriz de un viejo amor que no puedo olvidar, no se ve , pero te aseguro que está”.

Sonreí y quise que fueras vos, una vez más.

domingo, 4 de mayo de 2008

Retrato


Norma Jean Morteson era dueña de una belleza inalterable. En 1962 un fotógrafo llamado Bert Stern decide fotografiarla desnuda y de esta manera inmolar aquél cuerpo con su cámara.

Lo que Bert no conocía y pocos sabían, era de la reciente operación de vesícula que había sufrido Norma, dejando sobre su cuerpo una marca que humanizaba al ícono sexual que fue, es y será Marilyn Monroe.

sábado, 3 de mayo de 2008

Proyecto


Proyecto Cicatricen, surge dentro del marco de una consigna creativa, pero más a fondo comienza a partir de la observación natural de lo externo, de la piel y sus marcas de vida, de experiencia, de padecimiento, esfuerzo, sacrificio, de orgullo e incluso, de equivocaciones por las que debemos pasar para aprender, son muestras de vida que afloran para el resto de nuestros días.
A la vez quiero dejar un lugar vacío a completar por cada uno de los lectores que pasen por este blog, para hacer hincapié en aquellas cicatrices no visibles, de las que se esconden en nuestra alma y se aferran tanto o más que las otras.
En tiempos como hoy, estamos acostumbrados al “ ver para creer”, o “ tocar para sentir”, sería bueno dar lugar a lo profundo, saber que detrás de cada cicatriz existe una historia, y detrás de cada piel, un alma.

-“Si mi cicatriz hablara, contaría su versión”- Martín Buscaglia.

sólo una cuestión de actitud

-Nadie puede detener el paso del tiempo señora-, le dijo el eminente cirujano plástico a Mirtha.

-Nadie puede prohibirme que ame a un hombre 23 años menor- contestó ella dentro del quirófano y el doctor aceptó.

Buenos vecinos

Roberto es una persona querida por todo el mundo, camina por su San Bernardo natal como un rey entre los demás, es un personaje de la ciudad, sin un oficio en particular. Roberto se desempeña en todo tipo de labores, es electricista, plomero, albañil, pintor, mecánico e incluso colocó el techo de la casa de los Álvarez. Su mujer se queja de vez en cuando porque el baño pierde y él nunca está en casa para arreglarlo.

Roberto le hizo un mueble a su vecino Carlos, pero entre mate y mate a Roberto se le escapó la sierra, Carlos lo llevo de urgencia al hospital y gracias al rápido accionar de su vecino, Roberto no sólo no perdió su dedo índice sino que al día siguiente arregló la pérdida del baño de su hogar.

Sólo una cuestión de actitud II

Tenía muchas ganas de sentirme linda, me dijo una tal Natalia, que alguna vez fue un tal Rubén.

Algo más que una cebolla



Esteban y Rocío se fueron a vivir juntos en muy poco tiempo, sin saber los oficios de la casa y menos de la convivencia.
A ella se le ocurrió cocinar, y mientras pelaba la cebolla el cuchillo atravesó el vegetal hasta su mano izquierda. Esteban la miró y pasó por su cabeza la idea de ¡no puede ser tan idiota!, Rocío respondió con una mirada inocente frunciendo el ceño y la boca, él se dio cuenta que a pesar del dolor o la gravedad de la herida, Rocío había procurado primero encontrar la complicidad en su pareja.

Ambos se rieron y entendieron que esos tres puntos que sucedieron al episodio, eran una muestra de lo que debían vivir de a dos si querían convivir de verdad.

Siempre me gustaron las tablas




Florencia pensó mientras iba en el colectivo para el ensayo de teatro, como lo hacía todos los jueves por la tarde, en tatuarse sobre la nuca las máscaras de tragedia y comedia y de esta manera inmortalizar la pasión que sentía por el teatro y la actuación.
Durante el ensayo una de las tablas del rudimentario parquet del escenario literalmente se clavó sobre su pierna izquierda mientras era arrastrada por éste como parte de la escena en cuestión.
En la sala no existía un botiquín, ni siquiera había alcohol; Florencia concurrió al hospital más cercano, cinco puntos le dieron para cerrar la herida que había dejado un tablón del piso donde actuó.

La realidad superó a la ficción y Florencia desistió de la idea de un tatuaje reemplazándolo por esos cinco puntos que nunca imaginó.

Marta

Marta tiene 45 años, lleva 20 de casada, su matrimonio no es perfecto, tampoco nunca buscó serlo, pero desde hace un par de años su esposo tiene miedo de perderla, se siente impotente y de verdad lo es.
Marta no cuestiona si él la ama, dice que es un hombre bueno, que sufrió mucho, y que ella lo comprende.
Una tarde Marta propuso que tomaran mate juntos y la pava hirvió, él se resistió a la idea, ella no comprendió el por qué.

Marta tiene una cicatriz en la mano izquierda por quemadura de tercer grado, siente que es una buena esposa pero que tendría que dejar de ser un tanto posesiva, excusándolo.

Vidrios rotos corazones de cristal

Juan enloqueció, tambaleó un par de veces hasta acordarse de Lorena. Había tratado mil veces olvidarse de ella y ahora se encontraba aturdido, con resaca de un vino agrio y dando tregua a la locura pertinente a un cóctel de pastillas ineficientes para la pérdida de grandes ilusiones.
Camino cinco, diez, veinte cuadras tratando de recordar su casa, divisó un Renault 19 color bordó estacionado sobre la mano izquierda, le era familiar, al igual que la impotencia.
Cerró sus puños, clavó sus dientes, una fuerza sobrenatural lo obligó a encallar su mano derecha en el cristal izquierdo de un Renault 19 color bordó.

Siete puntos fue lo que Juan obtuvo y Lorena nunca se enteró.

Dante

Dante no había llegado en el momento justo, ella veintiséis, él treinta y dos, con más ganas de ser gerente de la multinacional que de formar una familia.
Ya estaban ahí, ella gritaba, a él le bajaba la presión. Nueve horas consecutivas y el doctor propuso cesárea.
-¡Dos centímetros arriba del pubis!- exclamó pensando en la bikini para el verano siguiente, y ocho puntos fue a lo que accedió.

Veintisiete años después, cicatrices eran las de antes, veintisiete años atrás ella no sabía que Dante iba a ser un gran escritor.

Invicta




Bertold Brecht decía que los hombres verdaderamente imprescindibles son aquellos que luchan toda una vida.
Silvia ya había peleado bastante con el mundo y hasta con ella misma. Con 47 años le diagnosticaron una enfermedad que muchos padecen y pocos le ganan; los primeros pasos fueron metódicos, abrir, sacar y analizar, lo que vino después fue más complejo asumir, padecer, luchar y ganar.



Su cicatriz es la exacta condecoración a quien dio batalla y salió invicta.