Dante no había llegado en el momento justo, ella veintiséis, él treinta y dos, con más ganas de ser gerente de la multinacional que de formar una familia.
Ya estaban ahí, ella gritaba, a él le bajaba la presión. Nueve horas consecutivas y el doctor propuso cesárea.
-¡Dos centímetros arriba del pubis!- exclamó pensando en la bikini para el verano siguiente, y ocho puntos fue a lo que accedió.
Veintisiete años después, cicatrices eran las de antes, veintisiete años atrás ella no sabía que Dante iba a ser un gran escritor.
sábado, 3 de mayo de 2008
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1 comentario:
Que realidad, cuántas veces los hijos no llegan en el momento indicado, pero siempre forman parte de los premios que la vida nos otorga.
Excelente!
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